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Memorias de la Última Narradora

Relatos de una Nómada

Dejar Correr el Tiempo

ElArcodelaEstrella


Una vez alguien dijo que si esperas el tiempo suficiente en una esquina de Nueva York, verás pasar el mundo entero ante tus ojos.

Es evidente que Cáceres no es Nueva York, ni mucho menos, pero yo adoro sentarme en las escaleras que suben al Arco de la Estrella y ver pasar este pequeño mundo. En estas tardes de Septiembre, que parece que la humanidad vuelve a despertar tras el letargo que suponen los meses de verano, esta parte de Cáceres se llena de caras de gente que pisa estas piedras por primera vez. De gente que viene para comenzar una nueva vida entre estos muros y los de las lejanas facultades. Y se llena de caras viejas y conocidas de niños y ancianos.
Adoro sentarme en estas interminables escaleras y ver pasar todo este pequeño mundo en las tardes de Septiembre

Mi Tierra

El forastero suele ver a Extremadura, mi tierra, como una tierra estéril y vacía, que muy al contrario de las regiones del Norte, como Asturias o Galicia, no luce un grato tono verde y florido, sino más bien que viste una sequedad amarillenta y pardusca.
Extremadura se ganó su nombre por la dureza de la tierra y lo extremo que antaño resultaba vivir aquí. Hoy en día la gente sólo quiere lo fácil y lo cómodo, y una tierra que en gran parte vive olvidada de la mano de Dios y donde vivir es más difícil que en el resto del país (tanto por su clima, como por diferentes cuestiones sociopolíticas) les parece un lugar horrible y muchas veces despreciable.
La mayoría de la gente se pregunta como es posible que los extremeños amemos tanto esta, nuestra tierra. Y no es que haya un secreto, no es que nos lo metan en la cabeza desde pequeños. Sino que es algo innato. Nuestro amor suele crecer cuando conocemos desde dentro y de corazón lugares que para el resto pasan inadvertidos por el desprecio y el olvido que vierten sobre nuestra tierra.
Y es que no cambiaría una encina de aquí ni por todos los bosques de Asturias. No cambiaría las calles de Cáceres ni por toda la Alhambra. No cambiaría Guadalupe ni por la más hermosa catedral de España. Ni Monfragüe por Doñaana. Ni Mérida por ninguna Roma. Y podría seguir así por mucho tiempo.
Y es que por muy hermosos que sean todos aquellos lugares no les puedo ver con los mismos ojos que veo los de mi tierra. Al igual que es imposible pediros que vosotros veáis estos parajes parduscos y amarillentos como yo los veo.
Pero aún así os invito a que vengáis y comprendáis esta tierra.
Nunca me había emocionado tanto al volver a casa.

Viajes de Vuelta

Malgasto mis últmos días en Praga antes de volver a casa. Cada noche paseo por sus calles silenciosas sacadas de una vieja historia del romanticismo plagada de damas pálidas vestidas con enrevesados trajes negros. Y ésa es la historia que me cuenta aquella ciudad escena y protagonista de tantos sueños y delirios de época pasadas.
Malgasto los últimos días de mi viaje en una ciudad encantadora. Patria de cuentos oscuros y románticos. Es Praga la última escala de mi viaje.
Madrid, París, Bruselas, Brujas, Copenhage, Berlín y al fin Praga.
De vuelta veré de refilón, atravesadas por el tren otras muchas ciudades. Pero ya acaba todo. Espero volver algún día y ver muchas otras tierras.

Echo de menos mi Cáceres. Pronto estaré de vuelta.

Atardeceres mirando al Mar

LaSirenitaAyer, tras un paso fugaz por Bruselas y Brujas (día y medio entre las dos), llegué a Copenhague. Tras soltar las maletas en el albergue lo primero que hice fue ir a darme un paseo por las calles de la ciudad.
Recordé todos los cuentos de Andersen al caminar por estas calles. Aún hoy me olían a aquellos relatos viejos. Y cuando dí de cara con el mar me encontré con ella. Mirando extasiada al mar que la vio derretirse en sus espumas. Y me senté lo más cerca que pude y ví como se iba el atardecer en su mirada. Esperé allí junto a la sirenita el paso de algunas horas. Y cuando estaba agostada me despedí de ella y volví a caminar por aquellas calles, escenario de tantos cuentos.

Historias de Monmartre

Ya llevo una semana en París. Pero ahora no quiero hablar de la ciudad en sí, sino de lo que me ocurrió esta mañana. Fuí a ver El Sagrado Corazón, siempre me ha encantado, es un lugar precioso, y he decir que no me ha decepcionado cuando lo he visto en realidad. Pero mi historia comienza en un lugar muy poco lejos de allí. En la Plaza que hay justo al lado de la iglesia.
Esa plaza es una de las plazas más representativas de todo Montmartre, plagada de artistas y demás bohemios. Es un sitio encantador. esta mañana mientras esperaba a Jean-Pierre, un amigo que conocí hace algunos años en uno de esos intercambios de estudiantes, me senté en uno de los bancos de la plaza a mirar el trajín de uno de los barrios más románticos del mundo. Cuando llevaba alrededor de un cuarto de hora sentada se me acercó un hombre con un enorme pliego de papel. Tenía una sonrisa encantadora y me enseñó un retrato que me había hecho mientras esperaba.
El retrato estaba hecho con carboncillo y era precioso. Estaba sentada en el banco con un par de enormes bolsas llenas de cosas que me había pedido Jean-Pierre, mirando hacia mi izquierda, con los ojos perdidos en el infinito. Aparte el retrato sirvió para que me diese cuenta de la pinta tan absurda que tenía con la boina que me regaló Jean-Pierre hace un par de días.
Le pregunté al hombre que qué valía, pero me dijo que nada, que era un regalo. Tras discutir con él para que me dejase pagarle algo llegamos al acuerdo que que el Jueves volveré a la plaza y le invitaré a un café a media mañana.
Jean-Pierre se ha reído de mí y dice que me he echado un nuevo novio y que la chica del retrato es mucho más guapa que yo. Yo le he amenazado con quedarme con las pinturas y los pinceles que me pidió que le llevase.
Hoy hace un día precioso en París.
María gracias por hacerme el favor. Espero que te llegue pronto la próxima postal.

Un fuerte abrazo. Scherezade.

Antes del Comienzo

Y bueno, ya pronto me marcharé.
Hoy ya he dejado hechas mis maletas y tengo todo preparado para irme mañana a primera hora.
Ahora tengo esa sensación de vacío que se tiene antes de hacer algo nuevo que deseas con toda tu alma, pero que a la vez te da algo de miedo. Sé que por mucho que disrute de mi viaje voy a hechar mucho de menos mi habitación, mi casita, mi desván, y sobre todo, mi Cáceres de siempre.
No va a ser mucho tiempo, pero ahora me da esa sensación de que va a ser un viaje interminable.
Sólo espero que a la vuelta todo me parezca mucho mejor que antes, que es lo que suele pasar cuando pisas tu tierra después de mucho tiempo.

Bien pues esto es una despedida, aunque prometo escribiros siempre que pueda. Y si es posible, mandaros algunas postal

Un tierno abrazo. Scherezade, la Última Narradora

Lágrimas

Desde hace varios, bastantes diría yo ya, vivo en casa de mi tía en Cáceres. Ella me ha cuidado como una madre desde que mis padres se mataran en un accidente hace siete años. Todavía recuerdo todo lo que lloré entonces, cuando por fin me dí cuenta de que se habían marchado.
Han pasado muchas cosas en mi vida. Han pasado muchas cosas en la vida de todo el mundo. A veces las cosas vienen bien y a veces la vida te arranca algunas de las cosas que más quieres en el momento en que menos te lo esparas. La vida es eso, es saber llorar, pero también saber reír. Por mucho que duelan las cosas, siempre llega un momento en que te sobrepones, no olvidas, pero sí puedes seguir adelante.

Pero yo no quería hablar de todo esto ahora.

Como decía, llevo viviendo con mi tía desde hace ya algunos años. Ella siempre me ha enseñado a crecer y a vivir disfrutando mi vida. Yo siempre he sido un espíritu nómada, ansioso de ver el mundo y de conocer todo aquello que se extendía más allá de la polvorienta ventana del desván. Y ahora voy a hacerlo. He conseguido convencer a mi tía de que me deje ver Europa, al menos. En algo más de una semana haré las maletas y cogeré un tren sin ningún destino aparente, yo adoro viajar así, y me marcharé.
Sé que a veces mi vida parece escrita como un doloroso cuento de hadas. Por eso siempre me identifiqué tanto con Scherezade, y ahora podré vivir mi propia aventura y volver cargada a mi viejo palacio con muchísimos nuevos relatos.
No espero encontrar la felicidad en mi viaje. Sólo espero descubrir la vida. Y ya sé que está hecha de ilusión y lágrimas.